La calidad de vida, el carácter y la identidad se reflejan dentro de un entorno metropolitano de baja densidad, con un cuidado detallado por los espacios públicos y las áreas verdes. Una vivienda de tres niveles, diseñada para habitarse desde el exterior hacia el interior, florece entre todas las demás.
Esta casa, con sus muros de concreto pigmentado expuesto, se abre al mundo para ser vista. Celebrando la belleza de la imperfección y la construcción hecha en sitio, se realzan las habilidades de los trabajadores mexicanos. Sus pisos, elaborados con piedras volcánicas como el pórfido rojo de Jalisco y el recinto de Colima, crean una atmósfera natural dentro de la modernidad de un espacio construido.

El mobiliario fijo, hecho de madera natural maciza, aporta rigidez estructural incluso en sus elementos más esbeltos. Al mismo tiempo, las ventanas de perfilería delgada con marcos metálicos permiten vistas despejadas al exterior y al entorno que lo rodea. En el jardín, todas las losas blancas de concreto lavado fueron hechas a la medida en sitio, utilizando moldes elaborados por herreros locales.
El plafón con losa reticular del estacionamiento genera un juego dinámico de alturas que invita a la contemplación. Aquí los muros no confinan, nutren. El flujo orgánico de los espacios permite desprenderse de las capas del mundo exterior, ofreciendo libertad y serenidad. Esta casa enaltece la crudeza de los materiales y la relación de la arquitectura con otros elementos vivos.